Un gran número de insectos «pican», sin embargo otros muerden y otros, por el simple contacto de sus secreciones, pueden despertar una reacción en la piel del niño.
Para tener una idea de cuál insecto es el que está picando a nuestro hijo debemos tener en cuenta el área geográfica en la que vivimos; en términos generales los insectos que podríamos decir que son los más molestos, son las chinches de cama, los zancudos o mosquitos y las pulgas, pero hasta de las cucarachas se ha dicho que pueden provocar reacciones en la piel de los niños. Si estamos en una costa o lugar de bajo nivel sobre el del mar, o un lugar caluroso, probablemente sean frecuentes los zancudos. En un lugar de altura como lo es la ciudad de México son frecuentes las chinches, mucho más de lo que imaginamos, ya que a veces rechazamos la idea de su existencia en nuestras casas por el hecho de considerarse un animalito de suciedad; esto es parcialmente cierto, ya que requiere de un lugar abandonado para poner sus nidos y reproducirse (bodegas, terrenos baldíos, apilamientos de objetos, principalmente de madera, etc.), pero una vez que hemos tenido la mala suerte de ser visitados por estos indeseables huéspedes, el problema se vuelve un martirio, ya que no se eliminarán con el aseo de rutina (sacudir, barrer, trapear) y se hace necesario fumigar, además, en lugares estratégicos como son muebles de madera, cabeceras de las camas, costuras de colchones, marcos de puertas y ventanas.
Incluso sabiendo de quién se trata, se vuelve difícil su erradicación, precisamente por sus costumbres: el ser nocturna y los lugares en donde acostumbra esconderse, así como por algunas características: su tamaño (menor a 4 mm) y su color, que se confunde con la madera que tanto le gusta.
El otro insecto que frecuentemente nos ocasiona molestias es la pulga que a diferencia de la chinche, es diurna y no pica sino muerde, lo cual conduce a que las lesiones tiendan a ser más de tipo «moretoncito» y predominantemente en extremidades inferiores; por otro lado, es más fácil sospechar al agente causal sobre todo cuando tenemos el antecedente de convivencia con perros o gatos.