El primer paso para cuidar tu piel es conocerla. Saber si es seca, grasa, mixta o sensible te permitirá tratarla de forma adecuada y conservarla durante años sana y a salvo de las agresiones de la vida actual.
Habitualmente se clasifica a la piel en cinco tipos: normal, grasa, seca, mixta y sensible. Sin embargo, esta clasificación no es del todo cierta hoy día. La piel normal, que se define como una piel equilibrada que funciona correctamente, es tan difícil de encontrar que podríamos decir que no existe. Se trata de una piel luminosa, fina, suave, tersa y flexible, en la que no se aprecian zonas de sequedad, poros abiertos, ni otras alteraciones cutáneas como rojeces, bolsas, venitas, etc., ya que corresponde a una persona cuyo sistema circulatorio y linfático funciona correctamente y tiene un metabolismo en perfecto equilibrio. Algo que, como sabemos, no suele suceder debido a los factores agresivos con los que se enfrenta a diario nuestra piel.
Pero, además, hay más tipos de piel de los citados. Como por ejemplo las acnéicas, que sufren una contaminación bacteriana asociada sobre todo al cambio hormonal de la pubertad pero que en los últimos años han superado la barrera juvenil. Las reactivas, que se alteran ante múltiples factores independientemente de si son pieles mixtas, grasas o secas. O las maduras, que necesitan una serie de activos para poder hacer frente al paso de los años y los elementos, independientemente de sus niveles de agua y grasa. Hay que tener en cuenta también que una misma persona puede tener distintos tipos de piel no sólo en su cuerpo, con zonas muy grasas o muy secas, sino también mostrar esta diversidad en una área pequeña como el rostro.
Y es que la piel no es siempre igual. Cambia con los años, las estaciones, el ritmo de vida, el estado de ánimo… Aunque fisiológicamente la piel de todos los humanos es igual, es evidente que no es igual ni necesita los mismos cuidados la piel de un niño que la de un adolescente, un anciano, una mujer embarazada o incluso una persona sometida a una dieta baja en calorías, por lo que hay que estar atento a las condiciones en las que se encuentra la piel en cada momento para darle aquello que necesita. No es tan difícil como parece. De hecho, es lo que hacemos a diario, por ejemplo, con la dieta: adaptarla a nuestras necesidades según el momento en que nos encontremos. Con la piel sucede lo mismo. Es el mayor órgano del ser humano y debe cuidarse según su estado para mantenerlo sano. Para conocerlo más a fondo, nos ceñiremos a los rasgos más frecuentes de los cuatro tipos de piel del rostro considerados más comunes: seca, grasa, mixta y sensible, para así poder identificar qué piel tenemos.
¿Cómo identificar qué tipo de piel tengo?
- Piel seca: Tirante, opaca, áspera, quebradiza, los poros son diminutos,presenta arrugas y descamaciones.
- Piel grasa: Tiene brillo y un tacto aceitoso, poros dilatados, granitos y/o puntos negros especialmente en las aletas de la nariz, textura resbaladiza o áspera.
- Piel mixta: Se presenta en diferentes zonas de piel seca y grasa, especialmente si esta última se concentra en la frente, nariz y barbilla.
- Piel sensible: Tiene tendencia a presentar rojeces, irritaciones, tirantez o picor, y a alterarse ante cualquier cambio, incluso emocional.